MACHUPITUMARCA
El ombligo del mundo ha cambiado mucho en las últimas décadas. El núcleo de la ciudad ha sido tomado por los ‘gringos’ y, en lugar de la hermosa pileta colonial al centro de la Plaza de Armas, han levantado un estrafalario y repetitivo Pachacútec. Sin embargo, hay cosas que no varían, como la fe del pueblo. A nuestra llegada se celebraba la octava del Corpus Christi, con una muchedumbre que iba detrás de las estatuas de los santos que se mecían, casi bailaban, al son del fervor local. Pero, en lontananza, se apreciaba el Ausangate (6.372 m.s.n.m.), el mayor nevado del Cusco, apu tutelar del sur andino, al que el mismo Roger Valencia, ministro del Mincetur, invoca en sus rezos.
Precisamente nos dirigíamos a los dominios del Ausangate. Íbamos en busca de Machupitumarca, un complejo inca aún ignorado por las agencias de turismo, salvo por Puku Puku (pukupukutravel.com). Pasamos por Andahuaylillas y Urcos antes de detenernos en Checacupe, apenas un puñado de casas alrededor de un templo inmenso, Inmaculada Concepción, cuya construcción –sobre un tambo incaico– se inició en 1575. De ahí nos tomó un suspiro arribar al poblado de Pitumarca, en cuya plaza se erige la iglesia de San Miguel, que por sus notables murales fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación en el 2016.
Obviamente, estos admirables templos revelan que esta región fue un importante lugar de evangelización. Finalmente, una carretera afirmada nos condujo al pie de Machupitumarca. Sorteamos muchos andenes antes de arribar a esta imponente ciudadela inca. Tiene portadas de excelente factura, bien modulados escalones y una vista excelente de los nevados y los bosques de eucalipto a ambos lados de este valle que nace en la Cordillera de Vilcanota. De pronto, nos percatamos de que en la parte alta hay una cruz, de cara a los apus.